25/9/11

CRÓNICA DE UN SUEÑO CUMPLIDO (III) - UTMB 2011

Han pasado más de diecisiete horas desde que comenzó la aventura en la lluviosa noche de Chamonix… ahora sin embargo hace un día soleado, y paso calor mientras voy saliendo de Courmayeur entre los aplausos de un público que ha cambiado los “allez” por los “vai”, pero que sigue animando calurosamente. Aprovecho que por fin tengo cobertura para intentar contactar con Chema… lo consigo, pero las noticias no son nada buenas: Chema está llegando al avituallamiento de Courmayeur pero el dolor de su rodilla ha empeorado considerablemente en la bajada y ya apenas tiene tiempo sobre el corte… no hay mucho más que decir… tan sólo puedo darle ánimos y mandarle un fuerte abrazo. La noticia me deja apesadumbrado, e intento hacerme a la idea de tener que hacer el resto de la carrera en solitario, y sobre todo de tener que afrontar esa temida segunda noche en soledad. Mientras tanto, Diego Bonilla ha debido abandonar antes en Lac Combal por los problemas de su pie, y Bea, haciendo gala de una valentía admirable, sale de Courmayeur al mismo tiempo que la losa del corte horario cae sobre los que aún están allí.

Un poquito de buena música para amenizar la lectura de la crónica...

Intento animarme llamando a mi compañero pretoriano Manolo Ortega; le digo que esto es durísimo, que ojalá estuviera aquí acompañándome en esta increíble aventura, que no sé lo que pasara pero que voy a darlo todo para intentar acabar… La conversación me lleva a pensar en que aún me queda la mitad, pero después de diecisiete horas parece que mi mente sufre un cortocircuito intentando asimilar esto (sin saberlo, aún me quedaba más de la mitad de la carrera, y unas interminables 25 horas…uuufff). Así que intento centrar mis pensamientos simplemente en avanzar lo máximo posible antes de que caiga la noche, y en llegar al próximo punto de corte, Arnuva, en el km. 95.


Courmayeur, al fondo, el collado de Col Checruit, desde donde veníamos

Saliendo del avituallamiento de Courmayeur

Observo la chuleta plastificada con el recorrido que cuelga de mi mochila y veo que el próximo diente de sierra que tenemos que afrontar es la subida al refugio Bertone… casi 800 metros de desnivel en poco más de 3 kms. Y efectivamente, la subida resulta ser una auténtica pared, al menos para mis piernas. Voy ascendiendo a un ritmo bastante penoso por un pedregoso sendero a través de un bosque por cuyos claros avisto Courmayeur, allá en el valle, cada vez más abajo. Joder, qué dureza… llego arriba, un poco asfixiado, y el amigo Bertone resulta ser, una vez más, un refugio de montaña idílico, entre praderas y junto al límite superior del bosque, donde hay unas mesas de madera que invitan a sentarse al sol de la tarde a disfrutar de las maravillosas vistas durante mucho más tiempo del que me puedo permitir. Tomo la enésima sopa de fideos y una taza de té, estiro un poco mis acogotadas piernas, y prosigo mi marcha mientras intercambio comentarios con algún compañero de fatigas español del que ya no recuerdo el nombre.


Abajo en el valle se ve una enorme infraestructura que supongo debe ser la entrada al túnel del Mont Blanc. Este larguísimo túnel, de 11 kms, une Italia y Francia y permite evitar rodeos de centenares de kilómetros por carreteras de montañas so pago de un elevadísimo peaje, con el aderezo de interminables atascos de dos horas como el que mi familia tuvo que soportar para poder estar conmigo y asistirme en Courmayeur. Mientras, el camino enfila hacia el este y nos interna en una de las laderas que flanquean el impresionante val Ferret. A pesar del cansacio, este tramo me deja huella, pues aquí disfruto enormemente con uno de los paisajes de montaña más espectaculares que he visto en mi vida. La cara sur del macizo del Monte Blanco rivaliza en belleza con la “North Face” que se puede ver desde Chamonix; múltiples glaciares caen por la ladera de enfrente (literalmente, pues varias veces escuché grandes trozos de hielo desplomarse) desde cumbres de cuatro mil metros. La grandiosidad de la imagen te sobrecoge, y en esos momentos sólo puedes pensar en como te gustaría que tu gente pudiera estar allí contigo disfrutándolo.


El perfil hasta el refugio Bonatti va manteniendo la altura por la ladera del Val Ferret, y da un respiro para disfrutar de una de las partes en mi opinión sin duda más bonitas del UTMB. La tarde va cayendo, y el limpio aire vespertino va refrescándose rápidamente con un vientecillo que pronto nos obliga a muchos a pararnos al borde del camino a ponernos de nuevo las chaquetas, gorros, guantes y buffs, para no guardarlos ya en toda la fría noche. Cumplo con mi ritual de comida caliente y estiramientos en Bonatti y sigo hacia Arnuva, en la cabecera del Val Ferret, montándome en un trenecito de corredores. La temida segunda noche ya está aquí, y enciendo el frontal poco antes de entrar en el avituallamiento de Arnuva.


Mientras repongo fuerzas en Arnuva, en el km. 95, un extraterrestre llamado Kilian Jornet acaba de completar el recorrido en 20 horas y media, revalidando su reinado en el UTMB por tercer año consecutivo. A muchos mortales aún nos quedaban más del doble de horas de sufrimiento…

Llegada a Chamonix de los tres primeros clasificados
En Arnuva leo el mensaje de la organización diciendo que no subiremos a Bovine pero que nuestros amables amigos los Poletti nos ofrecen en compensación un agradable recorrido turístico aún más duro por Suiza hasta Martigny, para sumar más kilómetros y desnivel positivo de lo previsto inicialmente. No sé por qué, pero la noticia me sienta como un mazazo y me da un bajón moral bastante gordo. Veo cómo mucha gente abandona (205 compañeros cayeron aquí), y de repente me siento terriblemente cansado y con frío… Tengo que salir de aquí cuanto antes… tomo un café rápidamente, me engancho a un grupo de participantes y por primera vez recurro a la música de mis cascos para intentar animarme. Hay que pasar a Suiza pero para hacerlo tenemos que medir nuestras fuerzas con el bicharraco que vigila su frontera, el Grand Col Ferret, cumbre del UTMB con sus 2537 metros. Por delante, hasta La Fouly, me espera uno de los tramos más difíciles de mi carrera.


Subida a Gran Col Ferret

Cortesía de Monrasin (http://monrasin.blogspot.com/)
Levanto la vista, y veo una fila de luciérnagas describiendo “zetas” mientras ascienden en la oscuridad, arriba, allá arriba, muy arriba…Dios… Voy subiendo muy, muy despacio… recibo un par de llamadas de dos amigos (Dani y Fran) y les digo que estoy pasando un mal momento, que no sé qué cojones hago aquí. Me animan a tope y les digo que si tengo que caer lo haré con las botas puestas. Pero tras colgar, de nuevo en la soledad de la noche, no es tan fácil ser valiente. El camino se empina cada vez más, el trenecito descarrila y cada uno libra su propia batalla como puede; paso momentos de verdadero atasco, y debo parar cada pocos metros para recostarme hacia delante sobre los bastones y tomar aliento… la subida se hace interminable…prefiero no mirar hacia arriba, joder, esto no acaba nunca o qué… Para mejorar las cosas, nos internamos en una espesa niebla y sopla un gélido viento. Al fin, la pendiente se reduce, veo un resplandor amarillento que surge entre la niebla y de repente aparecen unos voluntarios con unos gruesos plumíferos junto a esas añoradas tiendas amarillas que la organización sitúa en lo alto de los collados. Hemos conquistado el Grand Col Ferret, pero a qué precio… debo llevar más mala cara que los pollos del Pryca… y encima todavía no ha pasado lo peor...

La bajada hacia La Fouly empieza chunga porque la niebla es muy espesa, los rayos del frontal se dispersan y con el calor que desprendo se me empañan las gafas una y otra vez; resultado: no veo un carajo. Me asusto un poco porque a pesar de que voy andando muy despacio, mi visibilidad es casi nula y apenas avisto las balizas; joder, por aquí debe haber unos precipicios del copón… así que al primer corredor que pasa le pido por favor que me espere para irme detrás suya porque no veo nada. Resulta ser un alemán cuyo inglés apenas puedo entender… pero el tío me ayuda un buen rato hasta que al ir perdiendo altura al fin la niebla se disipa; hablamos pero entre que voy detrás de él, su acento y el viento, no escucho casi nada, aún así digo a todo que sí. Me dice que ha visto a muchos españoles participando y que la carrera es una burrada… joder, qué me vas a contar. De repente, en medio de la oscuridad, aparece un tío tumbado al borde del camino, rendido de cansancio y sueño y enroscado sobre sí mismo… pienso en lo peligroso que puede ser quedarse dormido así, tan cansado, todavía a mucha altura, lejos de un avituallamiento y con dios sabe qué gélida temperatura. A medida que vamos descendiendo esta escena se repite varias veces, y muchas más que lo iba a hacer a lo largo de esa noche. Me enrolo en una fila de unos pocos participantes que avanza a un ritmo patético a pesar de que vamos bajando; no puedo ni quiero correr o adelantar, y parece que los demás piensan de manera parecida. Los que vamos alcanzando o van llegando a nuestra altura se unen a la comitiva y al final nos juntamos creo que más de 20 tíos y parecemos la Santa Compaña. El tramo desde Col Ferret a La Fouly, de 11 kms, se me hace increíblemente interminable… (encima yo pensaba que eran 8 kms, y esto no hizo más que alargar la agonía), tardo dos horas y media que no acaban nunca, y encima noto frío en el pecho y empiezo a toser de muy malas maneras… Por fin acaba la bajada y llegamos a un pueblo pero no es La Fouly, sino Ferret, mierdaaaaaa, todavía quedan 4 kilómetros, maldigo en voz alta pero no parece haber ningún español por los alrededores con quien compartir mi cabreo, por favor que lleguemos ya. Hay que volver a subir, es una mierda de subida pero es desesperante, volvemos a bajar, hay unas raíces donde tropiezo y resbalo, suenan gritos y cencerros y un zombie con el dorsal 1690 entra en el pueblo de La Fouly tras 110 kms a la 1 y 20 de la madrugada.

La Fouly. Nunca se me olvidará el nombre de este pueblo suizo del Val Ferret. Supongo que muchos participantes del UTMB vivieron su particular momento de épica. El mío, sin duda, tuvo lugar aquí. Fue mi momento más crítico de la carrera y estuve al borde mismo del abandono. Llegué totalmente extenuado, nunca había sentido mi cuerpo tan al límite. Al parecer no fui el único que llegó jodido, no en vano fue el lugar donde más abandonos se produjeron; nada más y nada menos que 278 héroes (creo que todos los que consiguieron llegar hasta aquí se merecen con creces ese apelativo) hincaron la rodilla aquí. Más tarde me enteré por Chema de que a nuestra incansable Bea la cortaron aquí por 4 malditos minutos. Lo mismo le pasó al ilustre Paco Contreras, un señor malagueño de más de 70 años, muy conocido en las carreras de ultrafondo en el sur de España, cuya ilusión y afán de superación parecen no atender a razones de edad. A mí me salvaron de abandonar mis padres, Rocío, y el Presidente del Club Ultrafondo Pretorianos de Tomares, D. José Luis Martín, alias Cayo Crastino. Fue un alivio llegar y verles allí esperándome, después de haber tenido que meterse una hora y media de coche desde Chamonix por estrechas, oscuras y peligrosas carreteras de montaña.


José Luis y mi familia intentando devolverme a la vida en La Fouly...
La imagen con la que me encuentro en el avituallamiento es tremenda, aquello es un auténtico hospital de campaña: gente durmiendo por todos los rincones, por el suelo, en los bancos, sobre las mesas… y otros sentados con aspecto desorientado y miradas perdidas. Mi estado cuando llego al avituallamiento es lamentable, estoy reventado y desanimado. Me siento con mi gente y apenas puedo levantarme para ir a comer, tampoco puedo cambiarme de ropa por mí mismo, tengo una enorme pájara. Rocío me cambia de ropa a duras penas y me embadurna las doloridas piernas de réflex y voltarén. Mientras, José Luis me trae comida caliente e intento calentarme junto a una estufa. Me invade un sueño irresistible… me echo en un banco sobre las piernas de Rocío mientras me tapan con sus abrigos. En ese momento, el UTMB me ha vencido, no quiero sufrir más, esto es un infierno… Necesito cerrar los ojos y que mi mente desconecte de todo. Fueron los momentos más difíciles de toda la carrera; en esos escasos cinco minutos que permanezco con los ojos cerrados no llego a dormirme, y en mi mente se agolpan pensamientos contradictorios… Dios, me quedan 60 kilómetros, eso son más de 12 horas de carrera… imposible, no puedo, estoy agotado, voy a dejarlo… sí, me retiro… esto es una locura y no voy a poder estar entre los elegidos que consiguen finalizarla, pero no doy para más... Mientras, José Luis susurra en mi oído, tío, vas bien, has llegado con dos horas sobre el corte, esto es todo psicológico, no tienes ningún problema físico serio, es sólo cansancio, tienes que dominar el cuerpo con tu mente. Recuerdo estar con los ojos cerrados y decir en voz alta… José Luis, qué de dudas… Pero pienso también en cuánto tiempo llevo queriendo enfrentarme a este reto, todo lo que he hecho para poder estar aquí, cuántos entrenos, sacrificios, tiempo robado a los seres queridos, el increíble apoyo recibido durante la carrera de familiares y amigos, y sobre todo, cuánta ilusión puesta…Cayo tiene razón, no estoy lesionado, es sólo cansancio y sueño… es un TODO O NADA… pero esto no se puede acabar así…De repente, sin saber por qué, como si me hubiera dado una descarga eléctrica enorme, abro los ojos y me levanto de un salto, gritando “ME VOY”, “vamos coño!!”… me fundo en un abrazo con mi hermano pretoriano y le digo que voy a luchar con todo… fue un momento inolvidable y aún se me ponen los pelos de punta al recordarlo…

El punto de inflexión ha sido radical, me lanzo de nuevo al campo de batalla, salgo totalmente enchufado de La Fouly, el subidón de moral con la épica del momento es increíble, me pongo los cascos con la banda sonora de Gladiator a todo trapo… lo que hacemos en esta vida tiene su eco en la eternidad… y me pongo a correr como un poseso. No me lo puedo creer, hace un momento estaba totalmente derrotado y a punto de retirarme y ahora estoy convencido de que puedo conseguirlo… es impresionante cómo pueden cambiar las cosas de un momento a otro. Aprovecho el perfil favorable en bajada suave y corro todo lo que puedo hasta Praz de Fort, adelantando a un montón de participantes y haciendo 8 kms en poco más de una hora. Bajamos junto a un río encajonado que nos deja unos considerables barrancos a la derecha del camino. Lo único las putas gafas, que se me siguen empañando con el vaho que desprendo y me tengo que parar cada dos por tres a limpiarlas porque no veo un cuerno. Estamos en plena noche, son casi las 4 de la mañana y Praz de Fort es un pequeño pueblo dormido; atravieso sus calles desiertas, en la plaza, me topo con un enorme erizo que está tranquilamente dando su paseo nocturno. Unos vecinos incansables están a la puerta de su casa con una hoguera donde nos calentamos, y ofreciendo amablemente té a los corredores; es una oferta irresistible y todos nos paramos a calentarnos un poco, un compañero se ha quedado dormido junto al calor de la hoguera. Sigo adelante, vuelvo a la oscuridad y miro al cielo; un firmamento totalmente despejado nos ofrece un espectacular manto de estrellas. Estoy contento de haber superado un momento tan difícil y de seguir vivo en la carrera; como hasta el propio Kilian afirma, este ultra-trail es más que una competición, y te deja momentos de gran significado emocional.

Alcanzo a los compañeros del equipo de Jarapalos, de Málaga, con los que había coincidido en la Fouly, e intercambiamos palabras de ánimo. Son cinco, y uno de ellos tiene problemas; al final, cuatro de ellos consiguieron acabar juntos, lo que tiene un mérito enorme. Tras atravesar otro núcleo de población (Issert), empieza la subida a Champex, y pasado el subidón de adrenalina, el sueño empieza a acosarme otra vez. Experimento algún episodio de esas famosas alucinaciones de la segunda noche por la falta de sueño; vamos subiendo por enmedio de un espeso y oscuro bosque y los juegos de luces y sombras del frontal, los árboles y el sueño hacen que confunda varias veces tocones y troncos con corredores tumbados junto al camino; hasta me paro a darles porrazos con los bastones para intentar salir del ensimismamiento. Intentad estar dos noches enteras seguidas sin dormir ni un minuto (yo nunca lo había hecho), a ver qué sentís.

Muy lejos de allí, algunos amigos tampoco dormían en aquellos momentos para continuar el seguimiento, calentando el Facebook y mi móvil toda la noche. Desde Sevilla, Abencio hacia cálculos y cálculos para tener mi situación de carrera controlada en todo momento y se ponía el despertador para volver a la carga tras tres o cuatro horas escasas de sueño. Desde Londres, Iñaki me llamaba de madrugada para desearme suerte antes de acostarse, y al rato me volvía a llamar para decirme que había decidido no dormir hasta el alba para acompañarme toda la noche desde la distancia pegado al ordenador. Son sólo dos ejemplos del impresionante apoyo y el cariño recibido: gasolina pura para las piernas y el espíritu en forma de motivación para seguir adelante e intentar dedicar a todos ellos la gesta.

Los cálculos de Abencio

Champex-Lac, uno de los avituallamientos principales del UTMB. Cifras y letras. Km. 124, 29 horas y media de carrera, 4:50 de la mañana, dos horas y 20 sobre el corte, vamos tío, vas bien, tienes tiempo de sobra. Soy consciente de que he pasado mi momento crítico de la carrera y empiezo a vislumbrar que, si no surge algún problema físico, quizás pueda ser capaz de acabarla echándole valor y capacidad de sufrimiento. A pesar del gran cansancio y el sueño, me encuentro sereno e infinitamente más entero que en La Fouly. Planifico mi descanso para comer comida caliente, sentarme un rato y estirar. Recibo una calurosa llamada de ánimo de mi amiga Berta desde Exeter, en Inglaterra; joder, es la leche, las horas que son y sigue habiendo gente pendiente… Entretanto, la dureza de la carrera sigue haciendo estragos; alguien de la organización grita en francés que los autobuses hacia Chamonix van a salir. Eso no es para ti socio, ya no, me digo, mientras empalmo un par de cafés solos y me dispongo a salir tras media hora escasa de descanso.

Salgo por las calles de Champex bordeando su lago y pronto me interno de nuevo en la oscuridad del bosque que nos lleva al largo descenso hacia Martigny. La densidad de corredores ha bajado notablemente, muchos han caído y ahora me veo completamente sólo durante largos ratos. Nos toca enfrentarnos al nuevo recorrido previsto en sustitución de la subida a Bovine, nadie sabe muy bien que es lo que tenemos por delante. En el avituallamiento de Champex, la organización intenta explicar el cambio, pero a nadie le queda muy claro. Hay un cartel que dice que tenemos 14 kms hasta Trient, cuando en realidad van a ser bastantes más de 20; todos los que estamos en este mundillo sabemos que cuando estás al límite unos pocos kilómetros de más son un mundo. Mientras tanto, empieza a clarear, el cielo está despejado y parece que va a hacer un día radiante; pienso, tío, ojalá en el futuro recuerdes este día como el día en el que cumpliste un sueño. La bajada es larguísima, son 1000metros de desnivel entre los casi 1500 metros de Champex y los 500 de Martigny, el punto más bajo de la carrera. Pasamos por el pueblo, que está en el fondo del valle, y volvemos a subir entre unos viñedos donde un par de chavales borrachos que han debido estar toda la noche de juerga nos ofrecen whisky y tabaco; comento la jugada con un compañero argentino: van pedísimoooos…. Describimos un extraño recorrido a media ladera y al rato bajamos para llegar a otro pueblo muy cercano al anterior en línea recta. Hay muchas dudas, nadie se aclara, todo el mundo pregunta y tiene los mismos pensamientos: ¿Dónde coño estamos? ¿Esto es Martigny o Trient? ¿Por qué cojones nos hacen dar esta vuelta absurda?. Todos tenemos la esperanza de que sea Trient, pero al llegar al avituallamiento nos dicen que aquello es Martigny, y que por donde pasamos antes era otro pueblo, Bovernier. Y encima, que ahora tenemos que subir al Col de la Forclaz antes de bajar a Trient. ¡Me cago en su….! Madre mía… dame fuerzas para aguantar… Cuando haces unos cálculos sobre tu carrera y ves lo equivocado que estás se te viene el mundo encima al ver que vas a tener que sufrir mucho más de lo que pensabas. Según mis cálculos la subida a la Forclaz será corta; pero al poco veo un cartel de senderismo que reza “Col de la Forclaz 2h05´”… de puta madre… Resignado, agacho la cabeza y empiezo a bastonear con fuerza para ir tirando de mi cuerpo hacia arriba. La subida a la Forclaz va por un camino que jalona la carretera que entre curvas de herradura va subiendo al puerto de montaña; los coches y los ciclistas nos animan con sus pitos y gritos. Hace calor, tengo que parar a quitarme abrigo, y me pongo la coraza de mi amigo Manolo Ortega. Pasa el tiempo y seguimos subiendo…un espectador me grita en inglés que me quedan diez minutos para llegar arriba. En ese momento me llama mi compañero pretoriano Javi quien consigue subirme la moral…hay un montón de pretorianos pendientes al otro lado… En lo alto del puerto hay un gran ambiente, con unas tiendas y restaurantes donde la gente desayuna tranquilamente al sol… con lo a gusto que estaría yo ahí ahora tomando una cerveza… hay también muchos animando, parece la etapa reina del Tour de Francia. Bajamos a Trient por un espeso bosque de abetos en el que la luz apenas llega al suelo; las ampollas me están jodiendo vivo y veo las estrellas cuando piso las enormes raíces.

Llego a Trient, son las 11 de una mañana preciosa, mi renta sobre el corte ha crecido hasta llegar a las 3 horas, lo que permite gestionar los descansos tranquilamente. Un italiano de la organización me pregunta si tengo algún problema; aparte de que me duele hasta en el carnet de identidad… le digo que tengo ampollas. Y va el tío y me dice que no me preocupe, que me vaya con él que me curan, pero que todavía queda la subida a Catogne y que me tendría que retirar… jajajaj…me tengo que reir, que me retire dice, en el km.150, después de 35 horas de carrera, por unas ampollas… ni loco, voy a intentar llegar aunque sea a cuatro patas.... Llego al avituallamiento, hay un grupo de españoles a la entrada que al ver mi dorsal me jalean calurosamente por mi nombre. El puesto está tranquilísimo, hay poquísimos corredores… la carrera ha hecho mucha pupa… pero para los que seguimos vivos, empieza a oler suavemente a meta… Los voluntarios nos animan y nos dicen que nos quedan “sólo” 25 kms a meta.

Queda la última subida importante, el último diente de sierra… Catogne. Aprieto los dientes…me duele todo, las ampollas me martirizan… pero miro a mi alrededor y otros van mucho peor. Comparto unos metros con un compañero español con el que también concidí en la subida a la Forclaz. Me dice que va con las rodillas destrozadas, pero que va a intentar llegar aunque sea a rastras… (al final lo consiguió, aunque empleó casi 3 horas más, debió sufrir un auténtico calvario). Yo lo paso bastante mal en la subida al último bicho, se hace eterna, tengo que parar varias veces y tomar gel para evitar el pajarón. Se trata de aguantar como sea hasta Vallorcine… ahí están los refuerzos. Al llegar arriba, salimos de la sombra de los árboles y el sol castiga de manera implacable. La coraza brilla bajo el sol de los Alpes pero noto que algo no va bien en mi cabeza, no consigo pensar con claridad, me da la impresión de que ya he pasado por ese lugar cuando eso es imposible… el sueño y el cansancio mezclados con el calor están formando un cóctel molotov tremendo en mi cabeza. El móvil echa humo y no para de sonar y sonar con llamadas y mensajes, pero no puedo cogerlo ahora, sólo quiero seguir avanzando. Paro un par de veces a remojarme la cabeza con el agua fresca de los arroyos de montaña y parece que me despejo un poco. Me acoplo a un par de yankis que me ofrecen coca-cola y bajamos juntos hacia Vallorcine, la bajada se hace larga, ya todo se hace largo. De repente, escucho un grito en castellano, “esa camiseta me suena”; levanto la cabeza y es Benito, que ha subido desde Vallorcine para acompañarme en la parte final de la bajada. Me dice que están todos abajo esperándome.

Por fin salimos del bosque y antes de llegar a Vallorcine atravesamos un bucólico prado donde la gente está retozando al sol mientras anima a los corredores. Allí están de nuevo mis padres con Rocío, José Luis y Diego con los suyos. Me reencuentro con ellos, con la diferencia de que ahora estamos mucho más cerca del final. Me abrazan con alegría como si esto ya estuviese casi hecho, y, efectivamente, mientras me repongo en el avituallamiento me voy dando cuenta de que ya no se me puede escapar. Me digo, ostias, tío, que puedes acabar el UTMB… uuuuffff!, me da un subidón moral tremendo y de repente todos los dolores y sufrimiento pasan a un segundo plano. Aún no me lo creo de verdad pero experimento un cambio radical, es increíble el poder de la mente humana sobre el cuerpo. Mi corazón y mi cabeza estuvieron montados en una auténtica montaña rusa durante las últimas horas, y mi cuerpo había viajado arrastrado detrás. Tengo margen de sobra sobre el corte, casi 3 horas, y me tomo mi tiempo para comer y curarme las ampollas una vez más, para así intentar afrontar el último tramo en las mejores condiciones posibles, así como para ponerme mi uniforme pretoriano. Pero aunque todos me dicen que me lo tome con tranquilidad, la psicosis por la presión de las barreras horarias ha sido tan fuerte durante la carrera que no puedo evitar mirar el reloj nerviosamente una y otra vez, y al final estoy deseando salir cuanto antes.

Reencuentro con Cayo en Vallorcine

Asistido por mi familia, Cayo y Diego en Vallorcine


Últimos kilómetros, Col des Montets
Todos me dicen que esto ya está hecho, que la próxima vez que nos veamos será en escasas horas por fin en la ansiada meta de Chamonix. Salgo muy repuesto, no tanto física como mentalmente, y me dispongo a afrontar los últimos 15 kms a tope de moral. Me voy convenciendo de que voy a cumplir el sueño, y quiero saborear esa sensación en este último tramo. El recorrido es favorable y va por un agradable sendero por el fondo del valle, ya no quedan grandes subidas, tan sólo un suave ascenso hasta el Col des Montets. La verdad es que en estas tres horas que me quedaban disfruto muchísimo, además el día es verdaderamente precioso, esa sensación de saber que vas a acabar me inunda, y mi corazón y mi mente pletóricos ocultan los dolores y sacan fuerzas de rincones desconocidos de mi maltrecho cuerpo. Algunos compañeros van muy mal, aparatosas vendas, cojeos, quejidos…, el tramo final se les hace un mundo, pero saben que van acabar y eso puede con cualquier dolor. Me lo tomo con tranquilidad y aprovecho para devolver múltiples llamadas, estoy eufórico, quiero compartir al menos con algunos de los que me han apoyado los últimos momentos de una experiencia inolvidable. Pasamos el último avituallamiento en Argentière, último pueblo unos 8 kms antes de Chamonix. Luego vi que cortaron a 15 compañeros en Vallorcine y 3 en Argentiere… sin comentarios…debe de ser una frustración increíble quedarse tan tan cerca de alcanzar la gloria. Tras Argentière el camino se alfombra de piedras y enormes raíces que hacen las delicias de mis ampollas, pero ya da igual. Afrontamos la subida final hasta el Petit Balcon Sud, ya casi con Chamonix a la vista, Dios… esto se está acabando… las ansias de llegar alargan los últimos kilómetros, pero sé qué ya sólo es cuestión de aguantar unos minutos más.

No me puedo resistir a poner una vez más el emocionante tema oficial del UTMB que me acompañó en esos últimos metros...
Entro en Chamonix corriendo muy suavemente para acabar como mandan las tradiciones pretorianas. Síiiiiiiii…. Dios… qué emoción… atravieso el puente y enfilo el río junto al polideportivo. La tarde es radiante y hay muchísima gente animando, muchos españoles al ver la bandera de mi dorsal me jalean a tope. Los corredores llegamos muy espaciados y podemos disfrutar de la gloria del momento para nosotros solos. Miro hacia adelante, y esa postal que cuelga en cada tienda de Chamonix y que tanto deseábamos ver aparece por fin frente a mis ojos. Allá arriba está el Monte Blanco en todo su esplendor, con sus nieves perpetuas y sus glaciares brillando al sol. Noto cómo se me forma un nudo en la garganta y se me humedecen los ojos mientras sigo avanzando entre aplausos del público. Un poco más adelante, para acompañarme en los últimos metros, están José Luis, Pruden y José María; nos abrazamos efusivamente y me dan la bandera y la coraza de Manolito Ortega para entrar con ella en meta. Unos pasos más allá, espera Chema, ay, Chema, me abrazo a él y le digo cómo le he echado de menos y cómo me hubiera gustado poder haber disfrutado juntos de esos momentos. Ahí está Rocío, “LO CONSEGUIMOS, lo conseguimos”, digo con la voz quebrada por la emoción mientras nos abrazamos. Los sentimientos me desbordan, y ya lloro como un niño chico mientras recorro los últimos metros por el centro de Chamonix subido en una nube entre gritos de mis compañeros y ánimos del público. Dios, qué momentos más increíbles, aún me emociono recordándolos… Levanto los brazos, miro al cielo de Los Alpes, y mi sueño se cumple mientras cruzo la línea de meta tras 41 horas y 57 minutos de lucha. Tomares vincit!! Tras ella me encuentro con mis padres con los que me fundo en un emocionadísimo abrazo, apenas puedo articular palabra… “lo conseguimos”. Evidentemente, la emotividad de esos instantes difícilmente se puede reflejar sobre un papel, y sólo los que han pasado por algo así saben lo que se siente. Pero era cierto, la emoción de los últimos metros del UTMB es indescriptible, y sin duda alguna, tan sólo por vivir esos momentos mágicos merece la pena todo lo que se pasa.

El vídeo de la entrada en meta que grabó Pedrito Maqueda (gracias).


Con la coraza de Manolo Ortega...también va por ti amigo...


Tengo muy claro que para mí siempre habrá un antes y un después del UTMB en mi vida deportiva. Esta increíble aventura me ha marcado a fuego y los momentos vividos me han dejado una profunda huella. Quedarán para siempre en mi memoria junto con todos aquellos que me acompañasteis y me ayudasteis de una o de otra manera a cumplir este sueño.

Muchas gracias a todos. FUERZA Y HONOR.

Un fuerte abrazo,

Santi Martin.

13 comentarios:

anonimo dijo...

Acojonante, tú. Ya te la dí en directo, pero esto se merece una enhorabuena aún más grande. Qué pasada, qué barbaridad...
ENHORABUENA, CAMPEÓN

Pruden

CAYO CRASTINO dijo...

Joder, me he levantado desvelado a las 4:30 de la madrugada, he encendido el ordenador y me has "enganchao". Estoy emocionado y casi se me saltan las lagrimas al leerla,quiero decirte que es la mejor crónica que he leido hasta la fecha y me siento un privilegiado por haber podido compartir contigo aquel momento en La Fouly.

Fran dijo...

De 10 la hazaña y la crónica! Nuevamente, enhorabuena campeón!
Yo parafraseo, "lo que hacemos en la vida tiene su eco en la vida de los demás" ... me parece más pragmático y real

pepe dijo...

UN PRETORIANO VENCIO A LA UTMB, VAMOS UNA CARRERA DE MONTAÑA QUE HACEN EN LOS ALPES, NO ES UNA MILLA, NI UNA POPULAR NI TAMPOCO UNA MEDIA......de cerveza nó. ES ALGO MÚ GRANDE, MÚ GRANDE, ZI ZEÑOR, MUCHOS KILOMETROS, MUCHO SUEÑO, SUBIR, SUBIR Y MAS SUBIR, TAMBIEN HAY QUE BAJAR Y PASARLO A VECES BASTANTE CHUNGO.
GRACIAS POR COMPARTIR TU VIVENCIA CON NOSOTROS, TE LO AGRADEZCO SANTI......." de Tomares al Montblac "

H+QNC dijo...

Enhorabuena Campeón, y muchas gracias por el recuerdo.
Un abrazo.

Unknown dijo...

impresionante cronica santi,de principio a fin.me ha parecido estar allí viviendo todo.me quito el sombrero por la hazaña y por la cronica.felicidades,eres un crack.

Anónimo dijo...

Campeón que mal me hicistes pasarlo con verte sufrir tanto, pero que feliz me sentí cuando te vi cumplir tu sueño al entrar en Chamonix.Gracias por dejar que te cuide. Tu mayor admiradora, Rocio.

Plum Tachimowsky dijo...

De nuevo, ENHORABUENA, campeón (no me canso de dártelas)
Me he emocionado leyendo tus vivencias, muy buena crónica, a la altura de las circunstancias ;-)
¡¡¡Fuerza y Honor!!!

Anónimo dijo...

Santi, magnifico.
Tengo mucho que decirte pero sera en persona, porque es dificil de escribirlo.

Gracias por tu relato; le pone a uno en su sitio.

Un abrazo campeon

Placido

Anónimo dijo...

Amigo Santi, magnifico.
Tengo muchas cosas que decirte pero sera en persona, porque es dificil de escribirlas.

Gracias por tu relato; le pone a uno en su sitio.

Un abrazo campeon

Placido

Anónimo dijo...

Que grandeza de gesta, como son los pretorianos que la han realizado y quienes lo han intentado.


El valor empieza ahi, en intentar conseguir metas y sueños.

El Bombe

Ponte las zapas y a correr dijo...

Bonita crónica Santi. Esta carrera es espectacular y tiene "algo" que la hace única. A mí se me ha quedado un trozo allí, con tantas emociones y tantas vivencias en esas 42 horas.
Igual hay que volver a buscarlo.
Felicidades Finisher.

Rafael dijo...

Emotiva crónica Santi.

Coño que hasta se me han saltado las lágrimas de emoción.

Mi más sincera enhorabuena.

Un fuerte abrazo.

PANDURO.