25/3/08

UNA CRÓNICA SINGULAR - 25/03/08

La tarde discurría en Peabody, en el Condado de Essex, Massachussets, como cualquier otra tarde y nada parecía presagiar que pronto cambiaría el monótono transcurrir de las horas

Aquel humilde trozo de tela, aún no sabía lo que le esperaba.

Colocado en su rincón, se sentía un poco solo, el resto de telas, todas ellas de color rojo, no acostumbraban a hablarle, porque él era distinto, el era azul.

Llevaba algún tiempo en aquel taller, y no entendía por qué él era el único diferente, siempre veía que una persona acostumbraba a acercarse a donde ellos estaban perfectamente colocados juntos a tablillas, flecos, puntillas, algunas herramientas y unas extrañas planchas con unos símbolos aún más extraños y cogía algún rollo de tela roja, se la llevaba a otra parte de aquella casa y desaparecía, todos aquellos trozos de tela roja nunca habían vuelto a aparecer por el taller.

Veía como poco a poco los rollos de tela rojos, iban siendo cada vez más pequeños llegando incluso a desaparecer, para luego aparecer otros rollos nuevos, eso si, siempre rojos, que eran colocados con mucho cuidado junto a los demás.

Nuestro trozo de tela, pasaba la tarde pensando que hoy no sucedería nada especial, pero hoy se equivocaba, hoy sería un día diferente, hoy sería su gran día.

Un poco aburrido vio acercarse de nuevo al dueño del taller, y cuando ya pensaba que cogería como siempre alguno de los rollos rojos, vio como lo cogía a él, una invisible sonrisa se le dibujó en la cara, aunque al momento sintió una extraña sensación, la angustia de lo desconocido empezaba a apoderarse de él, y hasta ese momento no se había dado cuenta, de que fuera lo que fuera lo que le pasaba a esas telas que desaparecían, hoy le iba a tocar a él.

Al momento vio como el dueño del taller, lo medía con esmero y como cogía una cuchilla enorme e imaginó lo peor, pensó que su vida acabaría en aquel instante, cerró los ojos y sintió como la cuchilla lo separaba del rollo de tela, con sorpresa se dio cuenta de que no había sufrido ningún dolor, y notó que el resto de tela azul que aun quedaba en el rollo, parecía despedirse de él para siempre.

¡No ha sido tan malo como yo pensaba!, dijo para sí, pero al momento vio como una de aquellas enormes planchas con unas palabras extrañas y un signo aún más extraño se acercaba hacía él, así estuvo un buen rato, sin llegar a comprender que estaba sucediendo.

Después unos ligeros golpes y notó como unos palitos eran colocados en sus extremos.

Cuando aquello parecía haber terminado, el artesano lo miró satisfecho y notó como lo enrollaba y lo introducía en un tubo de plástico, como lo cerraba y precintaba. Sintió miedo.

Allí dentro permaneció durante bastante tiempo, notó como el tubo cambiaba de mano y era introducido dentro de algún artefacto y como se iba alejando del taller.

Sin saberlo llegó a Manchester y de allí a Philadelphia, allí sintió como salía de aquel artefacto y era introducido en otro aún mayor.

De pronto sintió una sensación extraña como si se estuviera alejando del suelo, pero no fue capaz de explicarla, de nuevo otra parada y unas voces en un idioma desconocido: “Guten nagen”, “Achtung, Schnell”, “Verlandung”. Él no lo sabía pero había llegado a Colonia.

De nuevo silencio, de nuevo esa sensación como si volara, y de nuevo otra parada y otro idioma desconocido. Había llegado a Madrid.

Otro viaje esta vez más corto, nuestro trozo de tela no lo sabía pero había llegado a Sevilla.

Cuando ya pensaba que este ir y venir nunca iba a terminar, una nueva parada, una corta charla y sintió como el cilindro donde el se encontraba aprisionado cambiaba de mano.

Notó como alguien con mucho cuidado rompía el precinto, quitaba la tapa, después de dos días y medio encerrado le costó un poco acostumbrarse a la luz, se dio cuenta de que estaba en un lugar diferente, de que estaba en una tierra donde el cielo era más azul y la luz tenía más alegría.

Cuando sus ojos se acostumbraron de nuevo a la luz, vio como la misma persona que lo había sacado del tubo, lo miraba satisfecho, vio como sonreía y el trozo de tela sintió una sensación extraña.

Al momento se dio cuenta que la persona que lo miraba hablaba un nuevo idioma, pero también comprobó que era capaz de comprender lo que decía, oyó una conversación, su libertador hablaba con alguien que debía encontrarse muy lejos, pues no era capaz de oír a la otra persona con la que hablaba.

¿José Luis?,
(silencio)
si, si, ya ha llegado
(silencio)
perfecto, y en plazo
(silencio)
¿esta tarde?
(silencio)
¿por mi casa?
(silencio)
cuando quieras

Luego la conversación terminó, y noto como su libertador, volvía a guardarlo en el tubo, pero ahora no sintió miedo, por primera vez, se dijo que él estaba allí para quedarse, y orgulloso se dio cuenta de que ya no era un simple trozo de tela azul, él ahora era… EL ESTANDARTE PRETORIANO.

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